miércoles, 14 de marzo de 2012


Prisionera de los cuentos de príncipes azules

Los primeros cantos de pájaros, los rayos de sol de primavera me calientan la cara mientras me descubro mujer prisionera; prisionera de los cuento de hadas, de príncipes azules, y de princesas que me contaron de niña; de las novelas de amor perfecto, de romanticismo eterno; de las historias eróticas de pasión desenfrenada. Prisionera de mi misma, de una búsqueda de la felicidad en lugares ajenos cuando tan solo se halla dentro de ti; prisionera de la dependencia de la figura de la idea de hombre que te acogerá entre sus brazos.

Poco a poco la idea de mujer libre va haciendo mella, haciendo turismo por los rincones de mi pasado voy descubriendo que los momentos más felices de mi vida no fueron aquellos en los que pasé las noches enredadas con otro cuerpo sino aquellos en los que me sentí exhausta tras días repletos de actividad, de pensamiento, de reflexión colectiva, de activismo, de política.

Bonitos paseos por la mente que me hacen re descubrir la ciudad en buena compañía; la grata experiencia de co-construirte cada día; el inmenso placer de las tardes de lectura al sol en calma conmigo misma.

¿Por qué he de buscar un príncipe azul si soy republicana?

domingo, 5 de febrero de 2012

Mi construcción política como investigadora: en búsqueda de significados


((re)pensándome como investigadora, pedagoga y activista aquí lanzo algunas de las reflexiones de la búsqueda de significados en la que me encuentro tras mi inmersión en el movimiento 15M) 

Pienso en la investigación como un  proceso político de encuentros y desencuentros: las posturas, las ideologías, las comprensiones son múltiples, incluso contrapuestas, y sólo a partir del enfrentamiento de esa controversias es posible acercarse a una comprensión; el paso de la subjetividad a la intersubjetividad. Pienso en mis análisis y reflexiones como una lectura de la realidad, sólo una entre las múltiples posibles pero una lectura situada: desde mi identidad de joven, mujer, investigadora, con una experiencia en movimientos sociales previos concreta; y desde un modo concreto de analizar y comprender lo educativo, la sociedad y la democracia. Si admitimos la diversidad ideológica y de paradigmas en la plaza, resultaría absurdo negar esa diversidad en la investigación (en la que parece que aun nos queda mucho que aprender en la necesidad del diálogo deliberar en la búsqueda de consensos), y es precisamente aquí cuando cobran sentido para mí las reflexiones de Kushner: la investigación es una herramienta política (y por tanto, las discusiones que enfrentan análisis diferentes son en sí mismos debates políticos). 

Tal vez mi aproximación a la investigación sea muy próxima a la auto-etnografía, a la etnografía vivida (lived/living ethnography), a las epistemologías del hacer (epistemologies of doing) que implican una llamada a la acción, un uso del conocimiento para el cambio social y cuyo objetivo no es sólo hermenéutico sino también emancipatorios, cuestionador de la cultura (Rybas y Gajjala, 2007)

La construcción de mi identidad como activista ha ido acompañada de  mi construcción como investigadora; y ambas han estado inmersas en un contexto de profunda socialización política, de aprendizaje y cambios de significados en mi mirada hacia la realidad. Ambas construcciones han tenido una influencia recíproca: mi experiencia como activista ha forjado el prisma desde el que me acercaba a la investigación, y mi mirada investigadora ha influido en la reflexividad desde la que (re)creaba mi identidad como activista; ambas son inseparables, de nutren mutuamente. 

Las vivencias me han transformado radicalmente dotando de sentido a la expresión: construcción de la ciudadanía. Sólo ahora que comprendo lo que significa, sólo ahora que lo he vivido, sólo ahora que he llenado de sentido las teorías de mis referentes teóricos puedo verdaderamente luchar por aquello, por que las escuelas sean espacios de construcción democrática, espacios abiertos al aprendizaje político en los que lo educativo desborda los muros de la misma, espacios que aseguren el desarrollo de la experiencia de la agencia de toda la ciudadanía, espacios contra hegemónicos capaces de retar el status quo. 

Cada fragmento, cada idea, cada frase del diario de campo de asambleas y acampada, de los múltiples análisis tiene un sentido: evoca en mi la complejidad de una experiencia llena de detalles, de emociones, de ilusiones; una experiencia que se hace más consciente a medida que pienso y hablo sobre ella; me voy (re)construyendo a través de la narración: “El lenguaje y el discurso no reflejan la experiencia: crean la experiencia, y en el proceso de creación constantemente se transforma lo que está siendo descrito. Las declaraciones de un individuo están por tanto siempre en movimiento… no pueden ser nunca representaciones finales o apropiadas de lo que se entendió o dijo – solo diferentes representaciones textuales de diferentes experiencias” (Denzin en Banks y Banks, 2007)

Un ejercicio de reflexividad para la construcción de mi mirada: Cada vez pienso más en la necesidad de recuperar la construcción de mi propia ciudadanía, de comprender mi experiencia ciudadana, mi ethos, antes de tratar de acercarme al de las y los demás, puesto que es desde este desde el que yo me acerco, mi prisma. No soy quien era, ni soy quien seré y entender estas transformaciones es necesario para comprender mi mirada: Acercarme a la comprensión de mi propia ciudadanía es el primer paso para tratar (atrevidamente) de comprender la de las y los demás.

¿No es extremada hermoso que en la búsqueda del significado de ciudadanía te encuentres en el camino con ella? ¿no es bonito que mientras tratas de acercarte a la socialización cívico-política de la juventud de pronto te encuentres inmersa en tu propio proceso radical de socialización política? Sí lo es, y esto es lo que honestamente ha dado sentido a mi tesis.

martes, 31 de enero de 2012

De la ciudadanía al (in)civismo

José Ignacio Wert sustituirá la asignatura de Educación para la Ciudadanía por otra de Educación Cívica y Constitucional para eliminar la polémica de la división social creada por la introducción en la LOE de una asignatura que iba más allá de la educación cívica. En cierto sentido se equivoca puesto que en torno a esta asignatura había un consenso social generalizado: todo el mundo estaba descontento con ella; una solución a medias tintas e insuficiente para unas y excesiva para otras.

Insuficiente para quienes creen en una democracia depende de la promoción de una ciudadanía crítica deliberativa y en la escuela como un laboratorio democrático. Insuficiente para quienes consideran que la construcción de la ciudadanía no se puede contener dentro del cajón estanco de una asignatura sino que conforma la finalidad en sí misma del sistema educativo.

Excesiva para quienes quieren mantener el status quo incuestionado, para un sector conservador no dispuesto a introducir “temas polémicos”. Y como no se puede caer bien a todo el mundo, con ánimo de contentar al menos a sus votantes el Señor Wert se ha decidido a eliminar estos “temas polémicos” del debate escolar. Cabe cuestionarse que se entiende por tema polémico ¿corrupción política, capitalismo, neoliberalismo, supremacía de los intereses económicos? en cuyo caso, sin duda sería mucho mejor dejar a los medios de des-información, y en especial a la televisión (que por cierto nada tiene que ver con la derecha, y menos desde que telecinco compró cuatro y antena 3 la sexta; y TVE está buscando al próximo Urdaci…), que sigan siendo los únicos creadores “objetivos” de opinión pública para eliminar toda polémica o discrepancia. O quizás los “temas polémicos” a eliminar se refieran más a aquello que cuestionan aquello contrario al pensamiento de Rouco; si lo que queremos censurar son temas como las relaciones sexuales, el aborto, el matrimonio entre homosexuales, los modelos familiares alternativos, y en general todo aquello que se desvía de la “ortodoxia moral eclesial” quizás la asignatura podría llamarse de forma más apropiada: Educación cívica, constitucional y evangélica.

Evitar el adoctrinamiento es el argumento para pasar de la ciudadanía al civismo, puesto que todas las decisiones educativas son inevitablemente políticas, está por ver que es el adoctrinamiento si el fomento del pensamiento crítico y la autonomía política o la mera transmisión de un sistema incuestionado (e injusto, forjado al gusto de solo unas y unos pocos). Porque no es lo mismo un modelo de ciudadanía máximo, que uno mínimo; porque no es lo mismo aprender a pensar que creernos lo que nos dicen; porque no es lo mismo vivir la democracia a que te lo cuenten; porque no es lo mismo creer en la construcción democrática escolar que no creer; alguien debería recordarle al señor ministro que lo que nos vende como solución técnica imparcial no es sino otro refuerzo más de un modelo liberal frente a uno republicano; de un modelo que prima las libertades individuales (de unas y unos pocos) sobre los intereses colectivos de todas y todos.

Dicho lo cual me dispongo a proseguir escribiendo mi tesis sobre la construcción deliberativa de la ciudadanía desde los espacios escolares y digitales antes de que la inquisición acabe de preparar el brasero… solo me queda una duda, puesto que vivimos en la sociedad red, en un mundo digitalizado, en la era de los medios electrónicos ¿a qué temperatura arden en la hoguera los archivos informáticos?

lunes, 30 de enero de 2012

Espacios públicos en la Universidad pública

La Universidad es (y lucharemos por que así siga siendo) pública y como tal ha de responder a intereses públicos. Ello conlleva una especial atención a los espacios públicos como espacios de encuentro, como lugares de deliberación democrática abiertos a todas y a todos, como ágoras para la construcción conjunta del pensamiento crítico, espacios gestionados en función de las necesidades y no en función de marcadores de status o de poder.

Como la revolución comienza por uno o una misma reflexionemos desde la puerta de nuestra facultad: tenemos una normativa de espacios que dificulta que las y los estudiantes puedan usar un espacio– sin previa firma de una profesora o profesor, o previo pago- que pertenece a la sociedad, y sobre todo a la comunidad universitaria en su conjunto. Estos espacios públicos han de ser lugares de encuentro abiertos permanentemente, espacios para la construcción de una ciudadanía conjunta como única vía para el reforzamiento de la democracia universitaria.

La privatización de espacios dentro de los espacios públicos es inadmisible, y más aun si va acompañada de ostentación de una rancia y anticuada jerarquía académica. No podemos predicar en nuestras clases que la escuela y la Universidad deben ser instituciones democráticas basadas en las relaciones de horizontalidad cuando en los detalles más básicos de la vida cotidiana -que son los que realmente marcan el carácter de la relación educativa- apostamos cínicamente por la segregación y jerarquización: ¿es realmente necesario un baño exclusivo para profesores y otro para profesoras cerrado con llave? Nuestro discurso es superficial, no estamos dispuestos a romper el status quo que tanta veces criticamos de cara a la galería ni siquiera algo tan básico como que todas y todos usamos los aseos para las mismas finalidades.

Si nos cuesta reconocer que el hall, las aulas, los aseos son servicios públicos afirmar que los despachos del PDI también lo son puede sonar a radicalidad revolucionaria – bonitas palabras por cierto-, pero así debemos concebirlos. No deberían ser espacios privados distribuidos en función de una lógica meritocrática en la que quien más tiempo lleva más grande (y solitario) tiene su despacho, sino espacios de trabajo comunitarios, compartidos y abiertos. Los despachos  no son un marcador de status, son para utilizarlos, su naturaleza es estar abiertos al público porque son espacio público en sí mismos. Pertenecen a la comunidad universitaria – y sin entrar a considerar las diferentes concepciones del compromiso con lo público y el tiempo que cada cual decide permanecer en la facultad a disposición de quien con sus impuestos y matriculas supuestamente mantiene un determinado servicio público – lo que es vergonzoso es que mientras muchos despachos con un nombre en la puerta permanecen cerrados por semanas, los y las nuevas becarias de los departamentos vaguemos en la búsqueda de cachitos de mesas donde poder poner un campamento base desde el que responder a nuestra responsabilidad también pública.

Hablar de democracia no responde solo a la posibilidad de participar en la política (entendiendo está en su más amplio sentido de relaciones cotidianas y decisiones pedagógicas), sino de participar en igualdad de condiciones, es decir, los recursos disponibles han de ser igualmente democratizados. Tenemos servicios privatizados – e infrautilizados – como el servicio de audiovisuales reservado para PDI ¿Pretendemos así apoyar – e incluso a veces nos atrevemos a decir “fomentar”- la autonomía e iniciativa de las y los estudiantes?

Espero que estas breves líneas nos ayuden a (re)pensar sobre los espacios públicos dentro de las universidades como espacios abiertos para la construcción de crítica social que se espera (o debería esperar) de las universidades.